Cosmovisión
“Im xihuitl hueyi in mahuizo yehuatzi totatzi otech tlacactehuilli ika tiquilnamikisque te’huatl ticualte amo ti mococoa tiquilnamiqui lle otech yolliti ika chicahuiliztle ika nochi tlantech yahualoa”
“Las hierbas son algo sagrado que Dios nos heredó para recordarnos que somos sanos, vivos y no enfermos, para recordarnos que nos creó con una fuerza para vivir con todo lo que existe”
El origen y la forma de vida en el planeta Tierra fueron la raíz de la medicina en la Mesoamérica antigua, en donde se creía que el planeta era un cubo en cuyo centro habitaban seres humanos, tierra, montañas, plantas, animales, ríos y lagunas rodeadas de mar. Los mesoamericanos imaginaron que el mar se elevaba formando cuatro inmensas paredes azules, formando un techo que llegaba hasta el Cielo, el cual era sostenido por cuatro enormes árboles, uno en cada esquina.
Por encima de este techo había trece niveles celestes que daban origen a la luz y al calor, y que eran la vía por donde viajaban las estrellas, el sol, la luna y los seres de la mitología mesoamericana. Había también un mundo subterráneo que tenía nueve pisos o niveles fríos, en donde había nubes, agua y seres acuáticos.
La cosmovisión mesoamericana consideraba a la enfermedad como el producto de un desequilibrio corporal debido a la dualidad que se daba entre los elementos vitales: el calor y el frío, la luz y la oscuridad; lo seco y lo húmedo; arriba y abajo. La medicina se ocupaba de ayudar al enfermo a recuperar el equilibrio perdido y las plantas medicinales fueron un recurso para su cura.
A los mercados de plantas medicinales acudían curanderos y curanderas que practicaban diferentes especialidades tales como parteros, hueseros, yerberos, etc. En estos mercados se incluían también elementos y sugerencias para las prácticas de higiene y, de cuidados y embellecimiento del cuerpo humano.
Moctezuma, el primer emperador mexica, mando construir un jardín botánico, el “Jardín de Oaxtepec”. Paraíso natural salpicado de manantiales que sirvieron como sistemas de riego para el cuidado de las parcelas de vegetales, el cuidado de animales y la alimentación de estanques para baños medicinales. Un sitio descrito por los colonizadores como de exuberante belleza, y el cual solía ser visitado por la nobleza para su placer y sanación.
En 1432 llegaron los “hombres blancos” quienes se maravillaron por la belleza del lugar y edificaron en ese sitio el hospital de Santa Cruz. En 1552, fue elaborado un manuscrito en náhuatl por Martín de la Cruz y traducido al latín por Juan Badiano, ambos pertenecientes al Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco ambos considerados sabios indígenas.
Este fue el primer documento médico mexicano escrito en latín con el título de “Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis” (“Librito de las Hierbas Medicinales de los Indios)”, es una de las fuentes básicas para el estudio de la medicina náhuatl prehispánica. Este libro contiene la descripción y los usos terapéuticos de 185 diferentes plantas de América, y está dividido en función de los distintos padecimientos que describe.
Más tarde los religiosos del hospital revisaron y ampliaron este libro, quienes agruparon las enfermedades conforme a un orden anatómico: de la cabeza a los pies; y describieron las tradiciones e ideas de los indios sobre los usos medicinales de las plantas y de las propiedades y características de los medicamentos, obtenidas a través de charlas con los ancianos.
Durante los primeros cien años desde la llegada de los hombres blancos a México, algunas curaciones fueron asociadas con actos de idolatría, ya que conservaban rituales y prácticas de la religión anterior, por lo que el clero prohibió su uso. Los indígenas se vieron obligados a cambiar el nombre de las plantas por denominaciones asociadas a la religión católica.
“Im xihuitl hueyi in mahuizo yehuatzi totatzi otech tlacactehuilli ika tiquilnamikisque te’huatl ticualte amo ti mococoa tiquilnamiqui lle otech yolliti ika chicahuiliztle ika nochi tlantech yahualoa”
“Las hierbas son algo sagrado que Dios nos heredó para recordarnos que somos sanos, vivos y no enfermos, para recordarnos que nos creó con una fuerza para vivir con todo lo que existe”
El origen y la forma de vida en el planeta Tierra fueron la raíz de la medicina en la Mesoamérica antigua, en donde se creía que el planeta era un cubo en cuyo centro habitaban seres humanos, tierra, montañas, plantas, animales, ríos y lagunas rodeadas de mar. Los mesoamericanos imaginaron que el mar se elevaba formando cuatro inmensas paredes azules, formando un techo que llegaba hasta el Cielo, el cual era sostenido por cuatro enormes árboles, uno en cada esquina.
Por encima de este techo había trece niveles celestes que daban origen a la luz y al calor, y que eran la vía por donde viajaban las estrellas, el sol, la luna y los seres de la mitología mesoamericana. Había también un mundo subterráneo que tenía nueve pisos o niveles fríos, en donde había nubes, agua y seres acuáticos.
La cosmovisión mesoamericana consideraba a la enfermedad como el producto de un desequilibrio corporal debido a la dualidad que se daba entre los elementos vitales: el calor y el frío, la luz y la oscuridad; lo seco y lo húmedo; arriba y abajo. La medicina se ocupaba de ayudar al enfermo a recuperar el equilibrio perdido y las plantas medicinales fueron un recurso para su cura.
A los mercados de plantas medicinales acudían curanderos y curanderas que practicaban diferentes especialidades tales como parteros, hueseros, yerberos, etc. En estos mercados se incluían también elementos y sugerencias para las prácticas de higiene y, de cuidados y embellecimiento del cuerpo humano.
Moctezuma, el primer emperador mexica, mando construir un jardín botánico, el “Jardín de Oaxtepec”. Paraíso natural salpicado de manantiales que sirvieron como sistemas de riego para el cuidado de las parcelas de vegetales, el cuidado de animales y la alimentación de estanques para baños medicinales. Un sitio descrito por los colonizadores como de exuberante belleza, y el cual solía ser visitado por la nobleza para su placer y sanación.
En 1432 llegaron los “hombres blancos” quienes se maravillaron por la belleza del lugar y edificaron en ese sitio el hospital de Santa Cruz. En 1552, fue elaborado un manuscrito en náhuatl por Martín de la Cruz y traducido al latín por Juan Badiano, ambos pertenecientes al Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco ambos considerados sabios indígenas.
Este fue el primer documento médico mexicano escrito en latín con el título de “Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis” (“Librito de las Hierbas Medicinales de los Indios)”, es una de las fuentes básicas para el estudio de la medicina náhuatl prehispánica. Este libro contiene la descripción y los usos terapéuticos de 185 diferentes plantas de América, y está dividido en función de los distintos padecimientos que describe.
Más tarde los religiosos del hospital revisaron y ampliaron este libro, quienes agruparon las enfermedades conforme a un orden anatómico: de la cabeza a los pies; y describieron las tradiciones e ideas de los indios sobre los usos medicinales de las plantas y de las propiedades y características de los medicamentos, obtenidas a través de charlas con los ancianos.
Durante los primeros cien años desde la llegada de los hombres blancos a México, algunas curaciones fueron asociadas con actos de idolatría, ya que conservaban rituales y prácticas de la religión anterior, por lo que el clero prohibió su uso. Los indígenas se vieron obligados a cambiar el nombre de las plantas por denominaciones asociadas a la religión católica.
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